sábado, 22 de julio de 2017

Argentina, Propiedad del Trabajo y Creatividad Política.


Mucho se habla de la forma de gestión de la producción en el modo “empresa recuperada”. Desde hace unos años ha cobrado creciente importancia esta forma de llevar adelante empresas que, a términos de mercado, no lograron mantener su cuota y cayeron en quiebras. Una de las experiencias en esta forma de gestión se desarrolla desde principios de la década de 2000 con el caso de la administración del quebrado Hotel Bauen de Buenos Aires por parte de una cooperativa de trabajadores.

El término “empresa recuperada” hace referencia a una línea de pensamiento político-económico que sostiene que, en esencia, toda empresa en el mercado es una forma de robo institucionalizado que se hace a los trabajadores, los cuales -despojando el marco institucional “burgués”-, serían los poseedores originales de eso que hace ser a la empresa tal cosa; el trabajo. De esta manera –se sostiene-, solo el trabajo es la fuente que da valor a la producción, y ese valor se extirpa del trabajador en forma de un sistema de precios de mercado mediante el cual el empresario (el ladrón), depreciando el precio que paga por la fuerza de trabajo (el salario) y apreciando el precio que cobra por vender lo producido por esa fuerza (el producto final), se queda con el valor agregado que correspondería al trabajador. Por lo tanto, desde este particular punto de vista, un acto de estricta justicia pasaría por lograr que los trabajadores se apropien de la empresa para poder apropiarse así del total de la fuente de creación que les pertenece, y es desde este lugar que toma cuerpo el concepto de “empresa recuperada”.


Hay que establecer claramente que en tanto definición, al momento de "recuperar" eso que se ha mencionado, no se está recuperando una empresa sino se la está escindiendo. Lo que se está recuperando (si es que podemos hablar de recuperación) es otro tipo de cosa, pero no una empresa, por lo que el nombre "empresa recuperada" no es más que una simple falacia ab ovo.

También hay que establecer que el concepto “empresa recuperada” tampoco tiene cercanía -en esencia-, a lo que comúnmente se interpretaría sobre la vida o desaparición de una empresa. El concepto de recuperación no remite al proceso mediante el cual una empresa que entró en quiebras, luego de un proceso de mejora continua, logró avanzar y revertir sus deficientes estados contables para pasar a ser autosuficiente y competitiva. Reitero; la definición de recuperación que sostienen quienes llevan adelante este objetivo político remite a la devolución de lo que alguien, por fuerza, habría robado.

Es amplio en nuestro medio el abanico de economistas, pensadores y funcionarios que consideran aquella postura como una posición justa y verdadera. Y desde ese lugar se han abierto puertas legales para justificar la apropiación de empresas con problemas contables por parte de los planteles operativos. Paralelamente, cuando no ha sido posible enmarcar el latrocinio de forma legal, se ha apelado a la necesidad de ciertos derechos con los que han salido en tiempo y forma a avalar la toma de empresas (el robo verdadero).

Es importante indicar que el decretar o certificar la toma de una empresa en problemas por parte de sus trabajadores es, lisa y llanamente, avalar desde las instituciones el asalto a la propiedad garantizada por la Constitución Nacional. Una empresa en quiebra continúa bajo posesión original de su dueño, y la única opción formal institucional que puede tomarse ante esta situación no es otra que la de activar todos los mecanismos que sean necesarios para otorgar plenas garantías a sus originales poseedores para que puedan ajustarse a derecho y ofrecer una salida justa y equitativa a sus acreedores (o la salida más justa y equitativa en el marco de lo posible). Todo lo que quede por fuera de esos marcos no son más que pujas facciosas con mediaciones políticas. En donde siempre pierden aquellos que más alejados del poder político están y menos poder de presión poseen.

Cuando la empresa en quiebra se otorga a sus trabajadores mediante la vía política: ¿quién se encarga de pagar a los dueños originales el dinero por la inversión inicial y el riesgo de producción que aún queda en forma de máquinas y predio? ¿De qué manera la “empresa recuperada” subsiste por la vía de su producción luego del latrocinio?

La primera pregunta tiene una respuesta corta; nadie afronta esos costos. Los dueños originales no tienen derecho a vender su empresa para pagar sus deudas particulares luego del quebranto, empujando también al quebranto potencial a los acreedores más importantes o dejándolos en manos de una negociación directa con los nuevos dueños de sus activos, o sea, los trabajadores protegidos institucionalmente por el Estado. La segunda pregunta también tiene una respuesta corta; el grueso de las empresas recuperadas subsiste gracias a subsidios y transferencias que otorgan diversos programas de Estado. Son prácticamente nulos los casos exitosos en el sentido de la recuperación a términos de mercado de este tipo de empresas; generalmente los acreedores no logran cobrar el total de las deudas y las empresas no logran revertir la dinámica que las llevó al quebranto. ¿Cómo subsisten? Subsisten políticamente empujando al sector político a no quedar expuesto ante una decisión que nadie quiere tomar por ser "políticamente incorrecta", o sea; dejar que la empresa subsista o fenezca dependiendo de su propia productividad y sistema de negocios.

Si una empresa quebró porque continuó con la producción de cable coaxial cuando el mercado estaba profundizando la incorporación de fibra óptica, la empresa recuperada continuará fabricando algo que ya no se utiliza, calzando gran parte de su demanda en el mercado interno en la medida que su presión se complete con el sector político en forma de barreras de entrada a la competencia (protecciones arancelarias), transferencias vía subsidios o generación de leyes de promoción especial para que otras empresas se vean obligadas a comprar producción obsoleta dentro de sus insumos. Y así, es toda la sociedad la que se empuja al freno técnico, gestándose caída de incentivos, de competencia y, lógicamente, de competitividad. Tal el resultado de una anómala forma de captar un proceso y una aún más anómala forma de organizar el sentido de lo político para tomar decisiones.

Esto es parte de un problema de sentido que hoy tenemos en Argentina, y no es un problema menor. Lamentablemente el grueso del arco político argentino observa este procesos tan solo en el nivel de las apariencias. Los empresarios son vistos como los señores malignos que pretenden quedarse con lo generado por los trabajadores. Y así, desde ese lugar, toda intervención pública se construye pensando en la manera de atar lo más posible a ese feroz peligro para dar a cada uno su merecida parte. Gran parte de la ciudadanía también es víctima de esta ensoñación y es anuente con esa anómala forma de ver el mercado, la producción y hasta el sentido de la vida.


Todos gritan que en el mercado hay algo injusto que nos oprime, y esa opresión -creen-, no puede venir de otro lugar que no sea del sector empresario. No se advierte -y no quiere advertirse- que el empresario también es una persona que trabaja (en muchos casos tanto o más que muchos trabajadores). Son muy pocos quienes se atreven a ir a la esencia del proceso y analizar desde donde salen los impulsos creativos que hacen que haya más y más empresas ofreciendo más y más productos y más y más trabajo. La actitud y el empeño para sobrepasar el miedo al riesgo que empuja a una persona a confiar en su intuición movido por su ambición, anhelo y capacidad creadora, no puede hacer otra cosa más que gestar nuevos puestos de trabajo, y esta forma de ver el proceso de creación laboral prácticamente no está presente en la agenda de discusión pública de nuestra sociedad. También hay otros motivos más allá de un triunfo parcial de un obsoleto relato de izquierda, la culpa; no son pocos los empresarios que adquirieron un ADN culposo luego de décadas de ser señalados, y sienten que no es motivo de orgullo ser lo que son. Pero también hay empresarios, claro está, que creen serlo cuando tan solo son proveedores públicos de baja calidad.

El grueso de las "empresas recuperadas" hoy captan sus recursos por la vía del subsidio público, el cual, recordemos, se genera transfiriendo recursos desde la ciudadanía que paga impuestos hacia estas formas de producción lenta, y así, sus planteles van perdiendo la noción de entregarse al cliente y la voracidad por buscar una ganancia y va ganando la certeza de exigir al ciudadano la renta necesaria para mantenerse en pie, so pena de escarnio público.

El límite de todo esto ya lo estamos presenciando con las gestas que está intentando profundizar la izquierda más combativa. Si bien es marginal la influencia neta de este tipo de organizaciones en las variables macroeconómicas, esencialmente hay en ellas una dinámica que es característica de gran parte del funcionamiento de nuestra economía en cuanto a descalces entre productividad, medio de intercambios y satisfacción, y esa perversión se manifiesta en forma de inflación. Bajos niveles de productividad acompañados de altos niveles de transferencia no pueden generar otra cosa mas que la necesidad de inyectar billetes para equiparar la escasez de productos de calidad de consumo para algunos y la escasez de clientes disponibles para otros.

Uno de los puntos que la administración actual deberá definitivamente afrontar con seriedad y entereza, es el de la gestión del sentido político de esto que se ha dado en llamar "empresas recuperadas" y la exigencia de trabajo por obligación del Estado. Del tratamiento que de estos temas se realice se sentarán las bases institucionales que necesita la economía Argentina para garantizar la tan ansiada inyección de inversión local e internacional. No es un tema menor para tratar entre gallos y medianoche, sino uno bien mayor que monta toda una estructura de pensamiento que debemos dejar atrás.



domingo, 9 de julio de 2017

Explotación Intelectual.


Desde que Marx logró establecer el concepto de plusvalía como elemento válido para entender las relaciones económicas, las relaciones económicas dejaron de ser interpretadas como mutualmente beneficiosas para pasar a ser observadas críticamente como relaciones de dominación. Desde ese momento –o más precisamente desde que Lenin a principios del siglo XX vuelve a traer de las cenizas a ese concepto fenecido en el último tercio del siglo XIX- las orientaciones de política, economía y filosofía política comenzaron a cambiar sus premisas radicalmente; fueron dejando de lado la concepción operativa de sus enunciados para dar paso a una especie de orientación voluntarista en sus conclusiones: la búsqueda de objetivos se transformó en una búsqueda de justicia; las teorías de la distribución, de la renta y su apropiación fueron el inicio de un sinfín de elucubraciones que terminaron derramando sobre otras ramas del conocimiento. La filosofía política comenzó a centrarse en las relaciones de poder, la jurisprudencia a cuestionar la legitimidad de su propio edificio legal y la educación abrió las puertas a la deconstrucción de los paradigmas sobre los cuales educaba (aquí la complejidad se hizo creciente puesto que la educación se iba reconfigurando a la vez que ayudaba a reconfigurar sobre la base de las formaciones que impulsaba). La educación comenzó a gestionarse desde su propia culpa, al creerse elemento utilitario con el cual anteriormente los dominantes habían adoctrinado a los dominados; debía dejar de ser eso para pasar a ser el elemento crítico para lo que se llamó “el cambio social”.


Ha pasado un siglo y las consecuencias de aquella interpretación de las relaciones humanas no parecen ser buenas. Si bien los resultados son dispares y hay países y regiones que se desprendieron de ese lastre hace décadas, también están los que continúan intentando abordar las relaciones económicas y políticas desde ese lugar. Escuchamos hablar cotidianamente de “puja distributiva”, se inunda nuestros sentidos con comparativas entre los que más y los que menos tienen que de nada sirven a efectos del cambio posible que supuestamente promueven. Son estilizaciones que parten de un dogmatismo heredado (y que en muchos casos hasta el propio investigador no tiene consciencia de ello) y terminan siendo poco más que bullying pseudocientífico. ¿De qué sirve a efectos de ser un acervo de conocimiento científico saber que hay mil cuarenta familias que poseen más de 30 millones de dólares? Absolutamente de nada, a lo sumo podrá ser una buena información para quien desee cometer un delito, robar. A los efectos prácticos institucionales podrá servir para ir, expropiar con el rigor de la fuerza pública, distribuir aquella abundancia y no haber promovido ningún cambio real sino tan solo una mejoría transitoria, efímera; todos más cómodos mañana y más pobres y desgraciados después, una vez agotado el ingreso extra. Aunque eso no es todo; empobrecidos pero también transformados en cómplices y partícipes necesarios de un grupo de delincuentes que atentó contra la propiedad de otras personas.

El motivo de este breve escrito es mostrar el peligro que aún subyace en nuestra región, somos de aquellos países que aún no logra quitarse este lastre de encima. Si usted observa la imagen que acompaña este escrito, verá que la confusión ha llegado a tal nivel, que hasta en ámbitos universitarios hay personas que creen que el mensaje que ella porta es una especie de iluminación a enseñar, un velo a correr. Si usted siguió hasta aquí la lectura de este breve escrito, podrá captar el peligro que implica absorber esa falacia y creer que en ella hay categoría de verdad. Esa imagen porta el inicio de la ruta hacia la miseria de cualquier sociedad económica posible; sus yunques son la prueba de su obsolescencia.

jueves, 8 de junio de 2017

Inflación y Economía Argentina.


La inflación desde hace unos años ha vuelto a ser un problema económico central en Argentina. De hecho, parte no menor de lo que definió las últimas elecciones tuvo que ver con este proceso: por un lado se sostenía; “un poco de inflación no es dramático en tanto que los salarios no pierdan su poder de compra real”. Por otro se indicaba, palabras más palabras menos, lo siguiente; “la inflación es el principal mal a combatir en una economía, puesto que siempre los precios suben más rápido que los salarios –precios por ascensor y salarios por escalera-, perjudicando a los más necesitados. También es nociva para los proyectos de inversión dado que no se puede trazar un futuro previsible para cualquier emprendimiento, puesto que se presentan como opción los incentivos a generar rentabilidad haciendo arbitraje financiero, utilizando la diferencia nominal de variables que se ven exaltadas por la inflación antes de arriesgar todo a un proceso de producción física (con todo lo que implica en términos de lidiar con sindicatos, marcos legales, el fisco y demás)”.

A continuación dejaré someramente descritos algunos aspectos fundamentales de un proceso inflacionario, las causas que pueden originar los primeros movimientos de precios -que se estima pueden ser controladas-, y las consecuencias de depender en demasía de esas causas hasta perder el control y desatar un proceso que se acelerará hasta decantar en lo que se conoce como “hiperinflación”.

Un elemento central de la formación de un precio es la escasez y la utilidad de un producto. Sabemos también que el mercado es el lugar en donde se generan los intercambios, en donde hay quienes ofrecen productos y quienes demandan. Por lo tanto, abundancia de un bien genera efectos; por un lado puede restar utilidad por ser abundante. Esta cualidad de útil deviene por la necesidad de su posesión: un litro de agua en el desierto es escaso y útil en tanto que es abundante e inútil en la ciudad que se desarrolla al lateral de un manantial. ¿Qué sucedería si el cortejante ofrece dos litros de agua mineral como obsequio a su amada en medio de una cena romántica en el último piso de un elegante restaurante de New York en lugar de ofrecerle un collar de diamantes? ¿Y qué cualidad adquiere ese mismo cortejante ofreciendo los mismos bienes a su amada pero en medio del Sahara? ¿Cómo creen que respondería su amada en uno y otro caso? ¿Por qué bien se sorprendería y desearía en cada ejemplo? ¿Cuál sería la voluntad del cortejante respecto de decidir conseguir uno u otro bien en ambos casos y por qué bien decidiría inclinarse para culminar de la mejor manera su cortejo? Hay algo que en economía hace tiempo que ha sido saldado como elemento de observación, y que parece ser una especie de ley natural: no se desea aquello que abunda.

Pensemos ahora que el dinero que utilizamos para nuestros intercambios también es un bien que se ofrece y se demanda en el mercado, aunque hoy quien lo ofrece es un monopolista; el Banco Central que, en cierta medida, depende del Estado. Y es la institución que posee el monopolio legal del curso nominal del dinero que nos sirve de intercambio. Este dinero, cuando hacemos transacciones internacionales, debe cambiarse por dinero de cambio internacional -que es el dólar estadounidense en gran parte del mundo-. Hay que decir que el Banco Central también es quien posee el monopolio sobre la posibilidad de establecer un tipo de cambio determinado para transacciones internacionales (aunque no sea recomendable que lo haga, puede hacerlo, experiencias recientes lo atestiguan).

¿Qué sucede cuando hay abundancia de dinero en el mercado? Dado que una de las funciones del dinero es servir de medio de cambio, éste conforma su carácter de abundancia o escasez comparado con la cantidad de bienes y servicios de los cuales es reflejo. Si hay necesidad de incrementar bienes y servicios y por lo tanto se demanda dinero para hacerlo, es algo diferente en términos de cadena causal al proceso en el cual se impulsa la oferta de dinero desde el Banco Central para que haya más creación de bienes y servicios empujados por la demanda de los mismos. Al haber abundancia de dinero en el corto plazo, lo que más rápido responde en ese lapso es la subida de precios, puesto que incrementar producción lleva más tiempo, no es una reacción instantánea (menos aún si la capacidad instalada de producir está en máximos). De esta manera podemos intuir que la suba de precios no es consecuencia de unos “malos vendedores y empresarios que remarcan” (tal cosa es solo efecto aparente, la apariencia): la suba de precios se presenta porque el valor del dinero comienza a perderse por efecto de su abundancia. Entonces, quienes pretenden entregar ese dinero a cambio de otro bien que desean, deben entregar más de él porque quien lo recibe no lo valoriza tanto por su abundancia y exigirá más y más para compensar. De esta manera, en el proceso generalizado serán más y más personas las que querrán desprenderse de ese dinero abundante, intentando reemplazarlo por dinero escaso (en Argentina el dólar es el eterno retorno a la escasez verde como refugio de valor).

Hay quienes indican que el Estado no debería repetir siempre la receta de generar abundancia de dinero para poner en los bolsillos de los ciudadanos con anterioridad a que éstos realicen una prestación que sea concomitante a ese dinero (planes sin contraprestación), puesto que se empuja a la inflación y la inflación es algo que perjudica a los más necesitados. La cadena de causalidad que arranca como una buena intención terminaría generando el efecto contrario, se sostiene. Otros indican que si no se pone dinero en el bolsillo de los ciudadanos habría otros ciudadanos que verían muy mal su pasar, dado que dependen de la demanda de estos otros (changas, servicios menores barriales, mercados, albañilería y demás), y que la cadena de causalidad, con todo lo que pueda decirse, termina siendo un proceso virtuoso.

Los que abogan por el control de la oferta monetaria indican que una de las principales circunstancias que puede empujar a descalzarla es el déficit fiscal (lo que gasta el sector público respecto de sus ingresos); y que por lo tanto cuando menor sea el déficit menor es la necesidad de emitir dinero o tomar deuda. De ahí que hoy se habla tanto de “achicar el déficit”. Un déficit alto empuja a la emisión desmesurada de dinero y esta emisión desmesurada empuja a la caída de valor del dinero, esto empuja al desprecio por el mismo por parte de los particulares, que pedirán más de él para obtener la misma satisfacción que ayer. Así, como nadie quiere ese dinero, todos ven la posibilidad de desprenderse de él (algo así como la imagen de los tres chiflados quitándose de encima la bomba con la mecha encendida a punto de estallar pasándola de mano en mano antes de que explote). Si se toma deuda también hay un problema, dado que llegado el momento de comenzar a pagar los servicios de la misma (y si ésta es voluminosa) se debe o bien tomas más deuda, emitir o elevar impuestos –o de todo un poco-. Si se elevan impuestos se retrae la inversión y la creación de bienes y servicios, dejando relativamente a la cantidad de dinero en circunstancia de abundancia (siempre que se empuje a la emisión o al empleo público sin contraprestación para paliar la desocupación que la retracción de inversión genera lo que suele denominarse "efecto desplazamiento"). Esto empuja nuevamente al proceso anterior: si se toma más deuda se entra en un espiral que profundiza la dependencia de la confianza sin más, dejando expuesta a la economía a cualquier shock sensorial; un aleteo de una especie de pequeña mariposa financiera puede generar una gran crisis de desocupación y quiebras. Y si se emite dinero en demasía ya vimos lo que sucede.

Todo lo anterior podría no ser crucial en un contexto en el cual la capacidad instalada de producción se encuentre muy por debajo de su límite máximo. De esta manera, se dice, toda emisión de dinero cuya intención es volver a hacer funcionar tal capacidad, no se verá reflejada en incrementos de precios puesto que las respuestas son automáticas. Por lo tanto habría que ver desde donde se parte cuando se "inyecta demanda" por esta vía en una economía. Si se arranca desde una capacidad ociosa importante, el efecto inflacionario será menor (se dice). Desde este lugar podríamos indicar que en Argentina el problema inflacionario crucial, angustiante, no fue tal hasta finales de 2009 (momento en el que se habría llegado al agotamiento de la capacidad instalada acumulada durante la década del 90). La continuidad de inyección de demanda por el lado de la emisión monetaria (profundizada desde 2011) comenzó a acelerar la inflación y empezaron a descalzarse los demás parámetros (para amortiguarla se tocó el tipo de cambio, comenzaron a escasear divisas, y se elevaron los controles de precios). Hoy podríamos indicar que la economía Argentina prácticamente está en estanflación desde 2011 (inflación con estancamiento).

sábado, 16 de julio de 2016

Brexit The Movie

La distancia entre un ciudadano común del Reino Unido y los burócratas de Bruselas, entre un problema local y la solución pensada a miles de kilómetros, entre un rol institucional claro y una maraña de dictámenes oscuros e incomprensibles. El agotamiento al que empuja tener que entregar cada vez más y más para recibir menos y menos. Y el costo de oportunidad creciente que implica seguir perteneciendo a un club que ya no tiene nada que ganar, y que por tal motivo ha olvidado la competencia.

Estos son algunos de los puntos que podremos encontrar en la película sobre lo que se dio en llamar "Brexit". Una hora de información clara y precisa que no ha sido muy difundida por nuestro medio.


jueves, 23 de junio de 2016

¿Sustitución de Importaciones o Insustitución de No Tecnología?


Hagamos un ejercicio sencillo. Un smartphone que aquí tiene un precio de 16 mil pesos -supongamos un Galaxy S7-, en cualquier parte del mundo puede conseguirse a un precio de 9 mil aproximadamente (en pesos después del cambio). La diferencia, se nos dice, es para "proteger la industria nacional y los puestos de trabajo". Veamos.

En argentina se venden aproximadamente 12 millones de unidades al año. Para hacer sencillas las cuentas, digamos que de las características del artefacto mencionado en sus diferentes marcas se venden 5 millones de unidades -poco más de un tercio de mercado-. Ahora bien, multipliquemos 5 millones por la diferencia entre el precio interno y el internacional: 7 mil pesos (que surgen de restar 9 mil a 16 mil) por 5 millones, nos da la friolera cifra de 35 mil millones de pesos.

¿Saben de qué se trata ese número? Del monto del subsidio que el consumidor le está transfiriendo a la industria de armado argentina.

Ahora bien, supongamos que allí hay 10 mil puestos de trabajo. ¿Saben cuanto sale cada puesto de trabajo por año? TRES MILLONES Y MEDIO DE PESOS (número que surge de dividir en 10 mil esos 35 mil millones de pesos). O sea, cada trabajador debería ganar 291 mil seiscientos pesos al mes. Pero en la realidad no han de cobrar, en promedio, más de 40 mil. El resto, 250 mil pesos, nos da tres millones de pesos por cada empleado al año que éste no cobra. Y si multiplicamos por los 10 mil puestos, nos da que la transferencia que los consumidores -vos y yo- otorgan a esos "empresarios", es de 30 mil millones de pesos por año.

Y no me pongo a pensar en los subsidios directos que otorga el Estado en beneficios impositivos y demás. Solo estoy contabilizando el subsidio indirecto que otorga el consumidor.

¿Qué podríamos hacer con ese dinero año a año? ¿Lo pensaron?*

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Quien escribe es consciente que el análisis es simplificado y los números pueden ser indicados como "tirados al voleo" -aunque no están alejados de la realidad-. Sin embargo tal simplificación no desvía el volumen general de transferencias que se intenta mostrar y con el cual se retrae del consumidor gran parte de su poder de compra mediante impuestos y reglamentaciones que apuntalan estas distorsiones y desvíos mencionados. Y pone también en discusión la anomalía que podemos ver al observar qué, después de más de una década de ese tipo de transferencia, continuamos sin generar oferta de productos de tecnología más sofisticada y agregada en nuestro medio y demanda de empleos de calidad en ese rubro. Esta es otra forma de "caso José López" pero a la vista de todos y sin que nadie chille.

domingo, 6 de marzo de 2016

La economía como un organismo vivo.

En el siguiente vídeo podemos observar el desarrollo de los últimos 35 años de las economías globales en unos pocos segundos. Como  si se tratase de un organismo vivo mediante un diagrama de Thiessen dinámico.


domingo, 25 de octubre de 2015

La convertibilidad quince años después.

Suelo pensar que la convertibilidad como esquema de ordenamiento o guía económica no fracasó, sino que fracasamos los argentinos.

En todo esquema económico de control gubernamental siempre hay ganadores y perdedores; grupos de poder que aprovechan las circunstancias y la posibilidad de su información privilegiada para generar un paquete de negocios que no siempre favorecen a un conjunto más amplio, sino que terminan esquilmándolo*. El  manejo de más y mejor información como producto de las cercanías tradicionales a miembros estratégicos del sector público, es una obviedad de la cual ya no hace falta mayor precisión. Esto pasó en convertibilidad dado que esto pasó siempre. Sin embargo lo que no es tan obvio -aunque vulgarmente lo parezca-, es la definición que indica que el fracaso de la convertibilidad se haya debido al esquema convertible mismo.

Si recordamos los principios básicos de ese esquema, vemos que su objetivo fundamental estaba apoyado en la búsqueda por mejorar la productividad de la economía Argentina. En paralelo, como es obvio, mejorar la competitividad sobre la base de un esquema que parangonaba la medida interna con la internacional, y anclaba desde un inicio los parámetros de expectativas en simetría a lo largo del tiempo. Era la primera vez en décadas que los argentinos teníamos la chance de medirnos con las mismas perspectivas y proporciones que el resto del mundo desarrollado, y con ello, poder dar de nosotros en más y mejor libertad. A nuestro ritmo, es cierto, pero corriendo en la misma carrera -si se permite el ejemplo-. La convertibilidad nos abrió las puertas a esa posibilidad.

Lamentablemente, entiendo, no fuimos capaces de aprovechar nuestra oportunidad y nos tranformamos en nuestros propios conspiradores; sindicatos luchando cada vez que veían perder su poder de privilegios monopólicos de representación, transformados de manera paradójica más en garantes del "statu quo tradicional" que en motor del cambio para la mejora y la modernización del trabajo. Instituciones sindicales que en lugar de propender a reorganizar el sistema de incentivos y reclamos bajo los nuevos desafíos, hicieron todo lo posible por obturar el avance de la productividad de los trabajadores públicos y privados. También asistimos a una década en donde el nuevo esquema amenazó a la propia corporación política (de ahí que hoy sea una mala palabra hablar medianamente a favor de poner luz a los aspectos positivos de la convertibilidad), la cual percibía una merma de poder relativo en el novedoso entorno. De esta manera una especie de conspiración de pasillo se transformó en un comportamiento cotidiano, y el objetivo de esos tejes y manejes no estaba orientado a la cualidad y la búsqueda de un nuevo posicionamiento en el nuevo esquema, sino hacia la búsqueda de una retracción a la posibilidad de que el nuevo esquema se desarrolle. Hasta Carlos Ménem -el máximo líder político durante la convertibilidad-, conspiró contra el esquema cuando influyó para no reajustar la simetría del mismo, anteponiendo sus objetivos electorales antes que un objetivo de mayor envergadura institucional. No hay que olvidarlo.

También el sistema educativo se congeló y fue reacio -por no decir reaccionario- a implementar los cambios propuestos, y se negaron antes de hacer todo lo posible para ver si se aggiornaban a la nueva era de la información y la tecnología. Los científicos se quedaron más en la puja política interna y no profundizaron la construcción de redes internacionales de conocimiento desde sus entornos de investigación y las nuevas posibilidades (en los 90 se creó La Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica entre otras secretarías y mecanismos que hoy demuestran que la idea con la cual fueron creadas era fértil). Los empresarios en lugar de aprovechar la oportunidad de actualizar sus equipos y capital gracias a la apertura y la posibilidad de obtener los mismos recursos que sus competidores internacionales a iguales precios, también se abocaron a la opción blanda que implica hacer lobbying en los pasillos públicos para evitar el riesgo de invertir con incertidumbre y competir. De esta forma, ese espíritu de empresarialidad tan deseable y esencial como motor de crecimiento y desarrollo -y que debía haber aparecido en ellos en ese nuevo contexto-, nunca apareció salvo honrosas excepciones mostradas por los nuevos empresarios que el esquema coronó en el sector de los servicios y la información, principalmente.

De esta manera y con otras tantas actitudes similares en diferentes sectores, la respuesta de los argentinos al esquema de convertibilidad resultó ser el principal escollo que tuvo que sortear. Y no fue su abrupto final la consecuencia de haber resistido la "conspiración externa neoliberal con ayuda interna" (como recita en forma permanente la vulgata academicista que analiza ese momento), sino la cruda evidencia que puso a flor de piel la imposibilidad de los argentinos de poder estar a medida de la productividad y el desarrollo de los países mas productivos y desarrollados del planeta. Cruda evidencia que nadie desea ver.

Así, luego de 8 años de ingresos por la vía de inversiones en forma sostenida, cuando el proceso se cerró y el flujo comenzó a revertirse -en parte debido a las expectativas generadas mediante los procesos mencionados más arriba-, bastaron unos meses para que se presente el reposicionamiento del conservadurismo vulgar, y todo retrocedió en lugar de avanzar. Los tradicionales grupos de poder volvieron a controlarlo todo haciendo nuevamente las mieles de una arcaica estructura dominante que debíamos haber superado con el esquema convertible. De esta manera solo devino un cambio parcial que pudo evidenciarse en cierto incremento de la capacidad instalada, que luego de la retracción al final de la convertibilidad, quedaría sobredimensionada para la demanda interna, aunque ahora con el triste agregado de una nueva capa de pobreza acrecentada gracias a la rigidez económica que no pudo absorber las consecuencias de la productividad y modernización de una parte de la economía que se había descalzado. La capacidad instalada en exceso que dejó la convertibilidad también sirvió para empujar un ciclo de consumo durante la década siguiente, agotándose durante el segundo mandato de Cristina Kirchner.

Esa pobreza (camuflada durante el gobierno de Cristina Kirchner gracias al consumo que permitió la abundancia de capacidad instalada ganada durante la convertibilidad) no fue creada por la convertibilidad o efecto de tal esquema, sino por los condicionamientos por nosotros generados. Esa pobreza estructural se profundizó durante la convertibilidad porque no pudimos -no quisimos- aprovechar el abanico de posibilidades diversas y de oportunidades que se presentaron. Pero la convertibilidad posiblemente ha dejado una enseñanza que va más allá de lo estrictamente técnico y económico; los conspiradores más eficientes y malévolos, los causantes de nuestra pobreza y nuestras desdichas, hemos sido nosotros mismos. Los argentinos.


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*para quien escribe estas líneas esas formas no representan negocios sino otro tipo de conducta o procedimiento que podríamos definir como "negociados", que no es lo mismo en los términos de mercado que interpreto, en donde un negocio siempre favorece a todas las partes relacionadas.

lunes, 12 de octubre de 2015

Tecnología, producción y cambio estructural.

Altamente recomendables 50 minutos que nos ponen en contexto sobre los cambios a los que estamos asistiendo. No todo es militancia política, cambio climático y guerras en Oriente Medio.


jueves, 17 de septiembre de 2015

INFLACIÓN


El que inunda el mercado con dinero y piensa que la inflación es una "suba generalizada de precios" (de manual), sostendrá que la causa de la misma se encuentra en el empresario que remarca, el arbitrajista que burbujea el pase de manos y el trabajador que intenta cobrar más por su servicio. De esta manera saldrá a perseguir, regular y controlar a los empresarios, a los arbitrajistas y a los trabajadores, sugiriendo los topes a los que cada uno de ellos puede aspirar. Nunca pensará que debido al exceso de papeles, la abundancia de los mismos es la que provoca que éstos pierdan su valor. Pero el mercado no "piensa", actúa espontáneamente como siempre lo ha hecho, y de esta manera, ante ese contexto, reacciona como lo ha hecho a lo largo de TODA LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD: depreciando su interés por el bien abundante, y orientándolo a otro bien sustituto -similar- pero escaso. En ese sentido puede ser otro medio de cambio y reserva de valor, cuanto que también otros bienes de intercambio que comienzan a ser escasos en términos de esos papeles (a ciencia cierta todos los bienes productivos y producidos comienzan a ser escasos en la medida que los papeles son más y más; hasta el pan se transforma en un bien escaso).

La inflación no es una "suba generalizada de precios" sino la caída inexorable del valor de representación del papel de intercambio, por su abundancia en el mercado. Así, quienes ofrecen cualquier cosa, piden más papeles hoy de los que pedían ayer. Y pedirán más papeles mañana. Como el papel conlleva un número, esa mayor cantidad de papeles montan una nominalidad más grande. Por eso, los idiotas que salen a perseguir remarcadores, trabajadores y arbitrajistas, se quedan tanteando en el nivel de la apariencia del fenómeno (la suba de precios) perdiéndose la esencia del mismo (la pérdida de valor de la moneda por su abundancia relativa). Y terminan creando un mercado general de la escasez. Policíaco por la intervención y las persecuciones, señalando siempre un fantasma nuevo que nunca encuentran.



viernes, 11 de septiembre de 2015

Reestructuración de Deuda y Marginalidad.

¿Le prestarías dinero a una persona a la cual sabes que no podrás hacerle acción legal alguna para cobrarle en caso de que no te pague? Yo no. 



Creo que los únicos que prestan en esas condiciones son esas personas que tienen guardaespaldas y matones a sueldo, que en caso de no pagar te agarran en una esquina y te suben a un auto. Te ponen un trapo en la boca y te llevan a un galpón, en donde te atan a una silla para molerte a palos diciéndote que si no aparece en los próximos días todo el dinero adeudado, la situación se pondrá peor.

Y vos salís de ahí, arrastrándote... Mirando los hermosos edificios de los bancos. Autoflagelándote con la pregunta sobre qué fue lo que hiciste mal que no pudiste calificar en esos lugares para que confíen en ti para prestarte dinero en mejores condiciones. Apenado y dolorido al saber que en la situación que estas afrontando, allí te atenderían con un café para arreglar el pago en caso de no poder hacerlo antes de reventarte la cara a trompadas.

Bueno, te cuento: si continuamos festejando la "patriada" del Ministro Kicillof de ayer en la ONU, vamos a terminar en la desdichada situación planteada en los párrafos anteriores; un país con tendencia permanente a estar endeudado y que no califica para que le presten en los mejores lugares, que termina golpeando las peores puertas para obtener sus recursos. Los peores prestamistas mundiales -que son como ese señor que utiliza a sus matones-, que atienden al grupo de los peores deudores mundiales. Y así, muy voluntaristas y militantes, lo único que habremos logrado es ya no poder calificar para que nos presten en las mejores plazas y en las mejores condiciones.

Espero haber sido claro en el mensaje.


lunes, 8 de junio de 2015

Argentina eliminó la pobreza.

Si congelamos los parámetros con los que se mide una canasta básica a lo largo del tiempo, cuanto más se produzca menos pobreza medirá esa canasta, y es lógico. Un ejemplo; supongamos que congelamos la canasta básica con la que podría definirse una línea de pobreza a principios del siglo XIX, en plena Revolución Industrial. Dicha canasta contendría para una "familia tipo" -4 personas-, algo así como 40 kg de papas al mes, 15 kilogramos de trigo, algunos harapos y vasijas, 20 metros de cuerdas y algunas maderas.

Si dejamos congelado ese parámetro, deberíamos preguntarnos hoy cual es el precio de esa canasta. Y 600 pesos representarían ese consumo. O sea, toda familia cuyos ingresos sobrepasen 600 pesos no debe ser definida como pobre, precisamente porque el indicador así lo establece.

Congelar los bienes de una canasta básica a lo largo del tiempo para medir la pobreza en una sociedad que incrementa su producción, es lo mismo que congelar el parámetro de escala nominal con el cual se ingresa a pagar ganancias en un contexto de inflación. Ambas son formas de estafa; la primera es una estafa intelectual, la segunda es una estafa monetaria.

Cristina Kirchner en la entrega de premios de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura -FAO- sostuvo que argentina posee menos del 5% de pobreza y 1,27% de indigencia.

Es muy probable que su canasta de medición se remita al antiguo Egipto.

martes, 5 de mayo de 2015

Argentina, Kicillof, el salario y la ganancia.

La natural interpretación de la palabra impuesto nos indica que es una obligación que los ciudadanos tienen para con el Estado -y sus administraciones públicas- para hacer frente a gastos operativos. Normalmente la existencia misma del sistema impositivo no se pone en discusión, porque se da por sentado que forma parte de los ingresos administrativos con los cuales se mejoraran aquellas cosas que son necesarias para el funcionamiento de la sociedad y su producción. De esta manera, a más y mejor funcionamiento y producción, las personas estarán más y mejor predispuestas a aportar este tipo de recaudación. En definitiva: la interpretación común en estado puro deja ver que la percepción de un impuesto es una obligación consensuada, no es un pago forzoso. Durante los últimos años esta percepción ha cambiado en Argentina, y lo ha hecho debido a un impuesto altamente distorsivo y progresivamente voraz para con los asalariados argentinos; el impuesto al salario.

El impuesto al salario indica que un grupo de personas quita a los trabajadores un porcentaje de su pago para devolver en forma de mejores condiciones de trabajo. Conceptualmente es lo mismo que el porcentaje de ganancia que se quita al empresario para brindarle mejores condiciones de infraestructura para que emprenda. ¿Hoy sucede así en Argentina? ¿Las mejoras de las condiciones de los asalariados crecen en la misma proporción con la que crece el impuesto al salario?

El porcentaje de crecimiento que mueve el impuesto al salario avanza en forma acelerada, dado que al elevarse los números por el proceso inflacionario luego de las negociaciones paritarias, los salarios comienzan a entrar en en una escala de un porcentaje de entrega bajo concepto de tal impuesto, que está fija. Al estar fija esa escala, y con inflación -baja o alta, da lo mismo-, SE HA CREADO UNA TRAMPA INFRANQUEABLE PARA EL TRABAJADOR: la escala de ganancias fija, con inflación, es como una gran red que cubre un río a lo ancho y los trabajadores son peces que quedan atrapados siguiendo la inevitable correntada de la suba de precios. Así, año a año más y más trabajadores aportan lo suyo a un fondo que se agiganta sin contraprestación; pasa el tiempo y la red atrapa más y más peces. En febrero de 2015 la AFIP recaudó $ 25.165 millones por el Impuesto a las Ganancias, con un crecimiento del 39,7% frente a 2014. Representó el 23,7% del total recaudado. Este número indica que es más de 10 puntos por sobre la inflación oficial y más de 5 por la medida en consultoras privadas; la red atrapa más peces. En los últimos años pasó de recaudarse $ 9.930 millones en 2006 por Ganancias a personas físicas, a $ 111.220 en 2014, lo que representa el 2,59% del PBI.

La defensa que hace el gobierno indica que solo un 11% de los trabajadores entran en este grupo y que Argentina, comparada con otros países, es la que menos incidencia en impuestos al trabajo tiene basándose en algunos datos de la OCDE.

Según esos datos Argentina es el país de más baja incidencia impositiva sobre el salario bruto con 1,5% promedio del total de la masa salarial. Y Dinamarca sería el país de mayor incidencia con 35%. La interpretación de esos argumentos sugiere que aún quedan mucho terreno por captar en concepto de este impuesto y que no ha sido captado aún. ¿Acaso pretenden que Argentina tenga en ese concepto una incidencia de 35 puntos como en Dinamarca dadas las actuales condiciones?

Si esto es así, el cien por cien de los trabajadores deberán tributar el 50% de su salario, sin embargo; ¿Creemos que esta administración dará contraprestación de esos ingresos en forma de beneficios como lo hacen en Dinamarca? Es dudoso (por no decir imposible).

El ministro de Economía argentino Dr. Axel Kicillof ha dicho recientemente que: “No existe obligación de ingresar el impuesto a las ganancias en la medida que el trabajador tenga una remuneración bruta mensual que no supere los $ 15.000, para lo cual se toman los sueldos de enero a agosto de 2013”. Cualquier trabajador que hoy está en un ingreso inferior a este parámetro y está leyendo estas líneas sabe que en la próxima paritaria es muy probable que llegue a ese número. Y comenzará a tributar este impuesto: la red se acerca puesto que la corriente de la subida de precios lo lleva inexorablemente a ella.

Pero el ministro en su argumentación hace otra cosa que es aún más grave; SUPONE QUE UN TRABAJADOR AL INGRESAR EN LA ESCALA ESTÁ ENTRANDO A UN MUNDO DE OPULENCIA Y SALIENDO DE UN ESTADO DE SUBSISTENCIA BÁSICA.

El Ministro de Economía señala al trabajador y lo acusa de ser un voraz personaje con el vientre lleno que se queja por “pagar ganancias”; el Ministro tapa sus falencias con lo que quita a los asalariados de los cuales depende la vida de su gestión. Se equivoca el Ministro desconociendo en su argumento la inflación que atrae a los trabajadores al pago, se equivoca señalando a los trabajadores como ricos descomprometidos cuando tan solo ganan poco más de 15 mil pesos. Y se equivoca desastrosamente sugiriendo que el trabajador no debería quejarse por este impuesto porque; “hay muchos que no llegan a pagarlo”.

Sostener eso tiene la misma lógica conceptual con la que se sostiene que un trabajador debe conformarse con una remuneración a la baja porque hay otros desocupados que lo harían por menos: la extorsión discursiva del ministro de economía es la extorsión montada en la desocupación y la necesidad.

Es como mínimo reaccionario descalificar los reclamos por la actualización de este impuesto que hacen los trabajadores sosteniendo que es un apoyo de los que menos ganan a los que más, porque el Ministro presupone desarticulado el espíritu de cuerpo del mundo de los trabajadores cuando éstos ven que hay un avance concreto sobre sus intereses -por más que haya muchos que hoy no lo sientan-, y saben que si no luchan con los otros, tarde o temprano el trago amargo llegará a ellos: ¿Acaso el Ministro sugiere que Cipriano Reyes debería haber marchado solo con los empleados de los frigoríficos el 17 de octubre de 1945?

Para desmitificar el argumento de altos salarios, también se hace necesario exponer claramente el poder de compra de ese parámetro de opulencia establecido en 15 mil pesos. Esa cifra hoy es un salario de subsistencia par una familia tipo de 4 personas. Hagamos un cálculo sencillo.
 
a. Supongamos una familia de 4 personas con un vehículo promedio de 10 años de uso (año 2005). Solo el combustible en uso de esparcimiento durante los fines de semana el gasto es aproximado a 1000 pesos. Quedan 14.

b. Ahora supongamos un gasto adicional en cada fin de semana como 4 entradas al cine -400 pesos- y cuatro combos de cualquier marca que ofrece un servicio rápido y entretenido para una familia con dos niños en 300 pesos. Nos quedan 13 mil trescientos.

c. Incorporemos que esa familia tipo tiene que pagar un servicio de televisión, internet y dos líneas de telefonía celular (sin mencionar una línea para alguno de los hijos para mejorar la comunicación ante la inseguridad). ¿Le parece bien mil pesos bajo todo este concepto? Ahora estamos en 12 mil trescientos pesos.

d. Pagamos por energía eléctrica, gas y otro tipo de impuestos municipales. Supongamos 500 pesos mensuales que alternan en estos impuestos bimestrales. Ahora quedan poco menos de 12 mil pesos.

e. Incorporemos mil pesos más por mes en cuotas diversas (una computadora para los niños o para la casa en general y algún otro electrodoméstico que siempre debe estar actualizado). La nueva cifra es poco menos de once mil pesos.

f. Comprar el diario todos los días son otros 300 pesos, un atado de cigarrillos diarios 300 pesos más. Estamos en 10 mil pesos.

g. ¡Lo olvidábamos! Hace falta pagar seguro y patente del automóvil del año 2005. Supongamos entre ambos gastos, otros mil pesos. La cifra ahora es de 9 mil pesos.

Nueve mil pesos hoy es una cifra per cápita en una familia tipo de menos de dos mil quinientos pesos para cada integrante. Y no hemos contado aún la alimentación o el pago por alquiler; de esos dos mil quinientos pesos los integrantes deberán comer y vestirse todo el mes descontando los gastos allí arriba mencionados. ¿Considera el lector que podrán hacerlo? Es posible, pero deberán restringirse en algunas cosas como las siguientes:

• NO DEBERÁN GASTAR EN AUTOMÓVIL. O sea; No deberán tener auto.

• NO DEBERÁN GASTAR EN SALIDAS AL CINE LOS FINES DE SEMANA. O sea; no deberán divertirse.

• NO DEBERÁN GASTAR EN UNA COMPUTADORA O EN ACTUALIZAR UN ELECTRODOMÉSTICO. O sea, no deberán actualizarse.

• NO DEBERÁN GASTAR EN TELECOMUNICACIONES. O sea, no deberán comunicarse.

Cuando este tipo de consumo ya no es posible para una familia, comienza a advertirse la proximidad de pobreza. Y es también cuando se advierte la verdadera función de un gobierno con estrategias dirigistas, de corto plazo e intervencionista de mercado y derechos; el gobierno hace todo por silenciar el reclamo mediante planes para que los autos puedan ser consumidos (subsidios a automotrices), planes de “computadores para todos”, promociones de fin de semana o televisión digital “gratis”, en la cual se coarta la posibilidad de ver todo el espectro disponible en oferta multimedia. Y luego de estos paliativos montados en una ficción económica es el mismo gobierno quien pretende que los trabajadores agradezcan por esas dádivas inconcebibles.

Finalmente incorpore el lector a todo lo mencionado, el supuesto de un gasto en alquiler. TENEMOS ASÍ UNA FAMILIA QUE CON 15 MIL PESOS TAN SOLO CUBRE EL ESTÁNDAR DE POBREZA.

¿Acaso podemos considerar como opulenta una familia trabajadora que posee un auto de 10 años en el mercado, que solo pretende poder ir al cine los fines de semana comiendo un combo y que al menos tiene una computadora en su casa y electrodomésticos acordes al tiempo que corre?

Eso no es opulencia, eso es subsistencia en el siglo XXI.

Hoy el impuesto a las ganancias en Argentina, conforme pasa el tiempo y la escala no se modifica, es una red que atrapa a cada vez más personas, y hoy, en Argentina, se señala como una actitud desconsiderada aquella postura con la cual se pretende denunciar esto. Y desde el gobierno se devuelve un reto político a la familia subsistente señalándola como opulenta, y así una vez más un gobierno justifica la mano en el bolsillo con la que mes a mes roba parte de los ingresos familiares. Estamos robando a pobres por la vía institucionalizada.

Este es el punto que no hay que perder de vista para volver a poner el eje de esta discusión donde efectivamente debe estar. No hay redistribución, hay saqueo.





miércoles, 22 de abril de 2015

El Populismo Industrial.

Un crudo análisis de la coyuntura argentina realizado por el economista José Luis Espert.